10 de febrero del 2024
TESTIMONIOS DE EXCOLABORADORES:
"SEBASTIÁN PIÑERA fue mi jefe"
Máximo Pacheco, Isabel Walker, Heriberto Urzúa, Felipe Larraín y Andrés Gazitúa tuvieron al exmandatario en una jefatura en algún punto a lo largo de casi cinco décadas. Aquí narran, en primera persona, sus experiencias.
JUNTOS AL CAUPOLICÁN
Máximo Pacheco Matte, presidente de Codelco
El perímetro del Teatro Caupolicán fue acordonado por Carabineros en tres cuadras a la redonda para controlar la masiva asistencia al acto del 27 de agosto de 1980, en el que Eduardo Frei Montalva llamaría a votar No en el plebiscito por la nueva Constitución, convocado por Augusto Pinochet, en dictadura. A eso de las siete de la tarde, ya miles de personas agolpadas en las calles aledañas asumían que les sería imposible entrar al recinto y se apiñaban en grupos para escuchar radio Cooperativa a través de aparatos a pilas. En la transmisión de vez en cuando se colaba algún grito de la Unidad Popular o el nombre de Allende que venía de la platea alta, donde se habían instalado muy temprano algunos grupos de las Juventudes Comunistas. La tensión se intentaba contener entonando el Himno de la Alegría, tanto adentro como afuera del Caupolicán.
Sebastián Piñera era gerente general y yo era gerente de estudios del Banco de Talca. Fue mi jefe entre 1979 y 1981. Jóvenes como éramos en aquel entonces, esa tarde nos fuimos los dos casi trotando desde el centro, donde estaban nuestras oficinas, derecho por San Diego para llegar a este mitin del que entendíamos y compartíamos totalmente su sentido y trascendencia. En medio de tanta aglomeración, nos topamos en la última reja con un teniente de Carabineros con rostro severo. De pasar, ni hablar. Nadie más.
Pero a él, con esa velocidad tan suya, se le ocurrió la solución: apenas murmurar su nombre y luego gritar silábicamente su apellido: PI-ÑE-RA.
-Adelante, ministro.
El teniente, al parecer muy convencido de que estaba ante José Piñera, ministro del Trabajo de Pinochet, nos dejó ingresar al Caupolicán. En las primeras filas encontramos a don Pepe Piñera y a mi padre ya sentados, y nosotros nos quedamos a un costado de ellos, cantando y gritando consignas.
Este episodio es uno de los tantos recuerdos que he tenido desde que recibí la noticia del accidente fatal en Lago Ranco. El aviso me llegó mientras recorríamos Chuquicamata Subterránea junto al ministro Mario Marcel. Mi primera reacción fue pensar en Cecilia Morel, una mujer única que fue capaz de seguir mano a mano a Sebastián Piñera en esa carrera incansable y sin respiros ni pausas que era su vida, con múltiples actividades e intereses. Este jueves, mientras hacía la fila para ingresar al velorio realizado en el ex Congreso Nacional, me impresionó ver los rostros de miles de personas, hombres y mujeres, que fueron a despedirse. Pero nada se compara con la emoción de ver y abrazar, en medio de este rito solemne y a la vez popular, a Cecilia, tan fuerte, entera y cercana.
Por supuesto también en estos días me acordé de don Pepe y la señora Picha, grandes, pero grandes amigos de mis padres y también precursores de muchos vínculos familiares que continúan hasta hoy.
En el período que trabajé con Sebastián Piñera me impresionó esa misma inteligencia y velocidad mental con que nos consiguió meter en el Teatro Caupolicán. A ratos también podía resultar una inteligencia medio extravagante, porque, al cruzarse con la parte emocional, que sí le costaba administrar, surgían eventos incómodos o extraños. Siempre hubo algo de desmesura en Piñera. Ese ánimo, en todo caso, lo hacía ubicarse en todo tipo de conversaciones. En los almuerzos que él organizaba en la oficina podía venir Don Francisco para explicarnos cómo funcionaba la industria de la televisión o Manuel Bustos, destacado dirigente sindical, para hablar sobre el mundo del trabajo.
Que Piñera tomara otro rumbo político nos terminó distanciando. Por varios años, ese desafecto no generó mayores complicaciones. Como Piñera compartió mucho con mi padre en el Senado, me enteraba de sus andanzas políticas, mientras yo seguía desarrollando mi carrera profesional como ejecutivo de empresas.
Pero sí hubo un quiebre. En vísperas de las elecciones presidenciales de 2005, di una entrevista dominical que sacó ronchas. Se me ocurrió exponer algo que era un hecho conocido en muchos círculos: el candidato Sebastián Piñera generaba desconfianzas en nuestra élite empresarial. Sin pretenderlo, dinamité todo puente con él. Se me señaló, punto por punto, todas las supuestas faltas, desde una óptica más desde el cariño o la amistad, en que había incurrido al dar esta entrevista, que yo creí necesaria. A Piñera le costó perdonarme. Nunca lo conversamos abiertamente. Pero tuvimos reencuentros. La última actividad pública que tuvo mi padre fue un homenaje que Piñera hizo en La Moneda a quienes habían sido sus colegas en el Senado. Pocas horas después, luego de su siesta, mi padre se sintió muy mal, sufrió un infarto y perdió la conciencia. La conexión que tuvimos esos días con la familia Piñera fue valiosa e imborrable para mí.
La última vez que nos vimos, el año pasado, sirvió para compartir sobre el presente y los desafíos de Codelco. Aparte de mostrarse muy informado, Piñera me hizo comentarios elogiosos respecto de lo que estamos haciendo, destacando la valentía para enfrentar decisiones complejas, como el cierre de la fundición Ventanas.
En "Diario de Muerte", la obra que Enrique Lihn completó en sus últimas horas, el poeta habla de una zona muda en que las palabras no son capaces de capturar ni representar las emociones que nos impone la desgracia. o simplemente las circunstancias, como puede ocurrir con un país cuando muere una persona que ha sido dos veces Presidente de la República. Probablemente, muchas de las personas que hicieron fila en el velorio tuvieron dificultades para explicarse por qué estaban ahí, o no se lo preguntaron y simplemente tomaron su bandera para ser fieles a un impulso, soportando incluso un calor extremo.
Yo sí sé por qué fui a despedirme de Piñera. En primer lugar, para acompañar a su familia y transmitirles mi afecto. Pero este lamentable hecho también debe convencernos de que no vamos a progresar si nos dejamos arrastrar por quienes piensan que Chile está polarizado y condenado a más polarización.
UN ASTRO
Heriberto Urzúa, presidente de Chile Unido
Sebastián Piñera fue mi primer jefe. En Citicorp, le gustaba reclutar a los mejores estudiantes de la universidad. Empecé a trabajar con él en 1985. Yo estaba en la universidad, por lo que partí como su practicante. Iba unos días al trabajo y otros seguía en mis estudios. Y daba lo mismo que fuésemos en esa calidad, hablaba con nosotros sin distinción. Con él, es como si estuviésemos full time en la empresa. Siempre pedía cosas súper relevantes. Nos trataba como profesionales y yo me sentía muy importante, aunque fuese un practicante. De hecho, sabía delegar mucho, pero atención: luego también te exigía mucho de vuelta.
Hay un elemento notable de Sebastián como jefe. Tenía un trato muy horizontal. Era fantástico, porque no hacía diferencias en las personas. Daba lo mismo si tenías 22 años: 'Quiero que hagas esto y esto', decía, y luego a lo tuyo. Yo trabajaba en la mesa de dinero. Después me pidieron que fusionara las tesorerías de Citicorp con Citibank.
Yo en esos años sentía cuánta confianza depositaba en mí. Y aprendí, asimismo, que la responsabilidad consiste después en rendir cuentas. Sebastián era tremendamente exigente, pero te encantaba trabajar con él. Lo admirabas, porque era inteligente, capaz, trabajador. Predicaba mucho con el ejemplo. Para nosotros era evidente su inteligencia, pero eso no bastaba: estudiaba muchísimo, como parte de un trabajo incansable, que le resultaba esencial en su manera de ser.
Le encantaba escuchar ideas, por supuesto, pero como estudiaba, no era llegar y que escuchara lo que le decías. Reconozcamos que tampoco le gustaba perder. Tenía un liderazgo por convicción, no por obligación. Tuve ofertas de trabajo con condiciones económicas mucho mejores, pero la verdad es que preferí quedarme, porque era aprenderlo todo.
Estuve en Citicorp con él hasta que se fue, en 1987. Cuando él estuvo ahí, y nosotros con él, fue un período tan especial, enriquecedor. Después varios de nosotros nos fuimos a estudiar afuera un MBA. Sebastián era un astro. Siempre se le ocurría hacer cosas que a nadie más. Esa frase que dijo de que 'la suerte no es al azar: tiene más suerte el que se levanta más temprano y trabaja más duro' es tremendamente cierta. Lo refleja bien. Trabajar con él implicaba que uno lo seguía hasta el final.
IDEAS Y VIVENCIAS
Felipe Larraín Bascuñán, director de CLAPES UC
Conocí a Sebastián Piñera en 1979. Fue mi profesor en la Universidad Católica, en el curso de comercio internacional. Llegaba a clases apurado. Nunca faltaba. Era una mente brillante, de gran rapidez y tremenda intuición económica. Sabía despejar la paja del trigo, lo profundo de lo efectista. Me apoyó en un momento clave: para irme a estudiar un doctorado en Economía a Harvard, me hizo una estupenda carta de recomendación. Cuando se la pedí, me dijo, "con mucho gusto te recomiendo". Esa carta era valiosa, porque Sebastián había sido un gran alumno en Harvard y ya tenía una interesante trayectoria académica.
Pasaron los años. Estuvimos juntos en un grupo de tertulia que se armó hacia el final de la dictadura para tratar de aportar en la transición a la democracia. Nos reuníamos una o dos veces al mes. Sebastián siempre contribuía con un comentario incisivo y una mirada distinta. Sus puntos iban mucho más allá de lo económico. Aún no ingresaba a la política activa, pero tenía un tremendo sentido político.
Coincidimos en 1990, cuando por distintos motivos nos tocó viajar juntos a la ceremonia del cambio de mando de Violeta Barrios de Chamorro, en el estadio de Managua, cuando ella sucedió al mismísimo Daniel Ortega.
Después de eso, a lo largo de los años 90, nos fuimos haciendo amigos. Muy amigos. Nuestras familias compartieron encuentros, por ejemplo, en su casa del lago Caburgua. Viajamos juntos a Buenos Aires con Cecilia y mi mujer, Francisca. También nos veíamos en Ranco.
Nunca trabajé con él ni fui director de sus empresas; sí coincidimos como directores en otra sociedad. Participé en sus tres campañas presidenciales. Y cuando fue Presidente se transformó, por primera vez, en mi jefe. Ahí se hace un switch. Compartíamos el sueño de ver a Chile como país desarrollado. Que Chile fuera, digamos, como Portugal, por lo que significa para el bienestar de las personas en mejor salud, educación, vivienda, mejores salarios. Eso permeaba el programa de gobierno en que me tocó colaborar con él. Si era exigente como profesor, imás aún como jefe! Pero entregaba toda la confianza. Empoderaba y esperaba que uno respondiera. Claro, uno debía llegar muy preparado a las reuniones. Nadie podía cantinflearse con el Presidente. Cuando yo no estaba seguro de un tema, le decía, 'Presidente, déjeme analizarlo y le contesto'. Eso lo respetaba.
Muchas veces crucé a La Moneda a discutir algún tema con él. Fue siempre mi mejor interlocutor económico. Siempre. Gozaba mucho el debate de ideas. Y tenía un enfoque analítico de los temas: entender el problema, tener un buen diagnóstico, contrastar las posibles soluciones y después las decisiones. En ese orden. Y algunas veces lo vi ceder en sus opiniones si veía un mejor argumento.
Su partida nos ha pegado muy fuerte, en lo personal y en lo colectivo. Agradezco a Dios el privilegio de haberlo tenido como amigo y como jefe.
CAPACIDAD PARA DELEGAR
Isabel Walker, directora ejecutiva de InQuest Consultores
Conocí a Sebastián Piñera, que en paz descanse, en 1967. Estudiamos juntos Economía en la Universidad Católica. Trabajé con él entre 1981 y 1985. Cuando Sebastián Piñera era el gerente general de Citicorp-Chile, me ofreció integrarme a su equipo como gerenta de Administración y Finanzas. Allí me delegó la responsabilidad del diseño y organización de las áreas de apoyo al negocio.
Él me orientaba respecto de los principales objetivos de la institución. Mi responsabilidad era diseñar e implementar los planes para el logro de esos objetivos. Trabajar con él marcó mi desarrollo profesional. Aprendí mucho, tanto en lo técnico como también de su estilo de liderazgo. Sebastián Piñera era un jefe que confiaba mucho en sus equipos directos, nos daba plenas atribuciones y delegaba ciento por ciento. Esta confianza y capacidad de delegación no la tuve nunca de otras jefaturas.
Era muy respetuoso y cercano en el trato. Siempre escuchaba las propuestas e ideas; conversábamos los temas y, al ser tan creativo, me ayudaba dando importantes sugerencias sobre cómo mejorar el trabajo y facilitar el logro de los objetivos.
Recuerdo que él me enseñó que en un trabajo no basta con cumplir bien las funciones y responsabilidades del cargo: siempre hay que aportar más, buscar siempre dar un mayor valor agregado a la organización.
Me impactaban principalmente su inteligencia, su creatividad, su visión estratégica, su capacidad para crear nuevos negocios desde cero y finalmente, su cercanía y valores humanos.
Observando posteriormente desde lejos su éxito profesional y político, creo que las competencias y valores que los hicieron posible ya los tenía en los años en que trabajamos juntos.
Siento una gran pena y dolor por la pérdida de un gran amigo, jefe y estadista. Estoy segura de que su vida será un ejemplo a seguir para las futuras generaciones de nuestra patria.
FORMACIÓN DE EQUIPOS
Andrés Gazitúa, gerente de Administración y Finanzas de Inversiones Odisea, y gerente general de Bancard
Entré a Bancard en septiembre de 2010, pero conocí a Sebastián Piñera en 2014. Fue un hombre honestamente exigente. Cuando pedía precisión y exactitud era porque no conocía otra manera de ser y hacer las cosas. Aprendí mucho de su modo de aproximarse a los temas que había que resolver; estudiaba cada asunto en profundidad, nada le parecía completamente extraño y eso convertía cualquier solicitud doméstica en un desafío profesional intenso.
En los detalles estaban las claves, por eso sus preguntas evitaban los lugares comunes y las generalidades: uno tenía que saber de lo que estaba hablando. Siempre en un tono muy respetuoso (a todos nos trataba de "usted"), pero directo. No subestimaba a nadie y la idea era que uno propusiera una mejor solución a las ya dadas. En todo caso, siempre había espacio para equivocarse, para rectificar algún dato, para decir "perdón, parece que me falta información". Pero quizás lo que más rescato de Sebastián fue su excelente ojo para formar equipos.
Después de casi 14 años en el family office, puedo decir que el grupo de grandes ejecutivos que pasaron por Bancard y luego por Odisea habla de su buen juicio para generar ambientes laborales exigentes y muy entretenidos, donde da gusto trabajar. Ahí, Nicolás Noguera jugó un rol fundamental y el Presidente se sintió tranquilo cuando dejó por completo su vínculo con sus empresas en 2009. Me quedo con su preocupación genuina por las afecciones de los demás y por algunos malos ratos que algunos de nosotros hemos pasado en el plano más personal. Desde que supo que mi mamá enfrentaba una compleja enfermedad, no se cansó de preguntarme por su salud y me ofreció más de una vez su ayuda en lo que fuera necesario, con recomendaciones de doctores y tratamientos.
En fin, son muchas cosas las que recuerdo y atesoro con infinito cariño, pero los momentos más vívidos que guardo son los que pudimos pasar hace pocos días, en un viaje a São Paulo al que me convidó, junto con Cristóbal, su hijo. Participó de una conferencia donde su panel inauguró el evento y su foco estuvo en las ventajas y desafíos para América Latina en términos de crecimiento, cambio climático, pobreza, delincuencia y buen gobierno, entre otros. Esos eran los temas que lo apasionaban y lo movían a ser un aporte en el foro nacional, regional e internacional, en general. Nos deja un hombre excepcional. Irrepetible, pero irrepetible de verdad.
Fuente: El Mercurio - Cuerpo B, Página 5
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Facultad de Economía y Administración UCCentro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales, CLAPES UCDirector del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (Clapes UC). Doctor en Economía. Universidad de Harvard (EE.UU.). Ingeniero Comercial UC. Exministro de Hacienda. Profesor Titular Facultad de Economía y Administración UC.
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