7 de octubre del 2024
Negación, malestar y juventud
Señor Director:
A estas alturas quedan pocas dudas de que parte del malestar entre las nuevas generaciones es producto de un largo estancamiento económico. En 2021 escribí en este periódico que "entre 1990 y 2011, los ingresos del trabajo de adultos jóvenes (18 y 25 años) crecieron sobre 6% anual (real). Desde entonces han caído en promedio cerca de 1% cada año. Para personas entre los 26 y 35 años el crecimiento anual fue 5% en 1990-2011, pero un magro 0,6% con posterioridad (fuente: Casen)”, Nuevos estudios confirman estos patrones.
Pasan los años. ¿Por qué la demora en reaccionar frente a esa dinámica? Parte de la responsabilidad es de un sistema político en donde la fragmentación no deja ver la evidencia. Pero esto no ha sido solo entre los políticos.
Ya antes de octubre de 2019 estaba documentado que las nuevas generaciones no estaban equipadas con las herramientas para combatir la desigualdad, que el sistema educativo no se ajustaba a la demanda de habilidades y que el foco en educación superior (en desmedro de los niveles iniciales) era un error grave (ver "Nuevos Horizontes para las Políticas Públicas”, Ediciones UC, 2018). La evolución del mercado laboral, moldeado por la interconexión de una mayor rigidez y un menor crecimiento, demostraba que eso no era cuento.
A la élite académica e intelectual local le ha costado hacer la pérdida frente a todo esto. Aceptar, por ejemplo, que el Chile que progresaba era más frágil de lo que se creía no ha sido fácil.¿Imaginar que un par de reformas equivocadas serían suficientes para descarrilar el progreso? Imposible. ¿Que la expansión de la educación superior traería dificultades? Pamplinas. Antes del estallido, en parte de esa élite la respuesta frente a este tipo de alertas era que igual se estaba avanzando en forma importante en las cohortes más jóvenes. Pero tal defensa envejeció mal con las cifras.
Las dificultades económicas de las nuevas generaciones requieren atención inmediata. desde sus salarios estancados hasta la negativa a tener hijos, las señales preocupantes se apilan. Hacer el duelo de lo que no fuimos, aceptar los errores de diagnóstico, admitir las equivocaciones y revisar las posiciones en función de la evidencia son todas cosas necesarias, pero no suficientes. El diagnóstico está hace rato, no inventemos la rueda.
Ahora la pregunta debe ser qué hacer para evitar que la realidad de las nuevas generaciones tome el rumbo anticipado. Más preciso, ¿cómo evitar que sus niveles de vida no sean peores que los de las generaciones precedentes?.
Fuente: El Mercurio - Cuerpo A, Página 2.
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ColumnapublicColaboración con Instituciones Internacionales
Universidad de MarylandIng. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.
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