1 de diciembre del 2024
Finaliza el año escolar, pero no la crisis
"Es mejor invertir más en los primeros años, pues el retorno social es mayor".
La evidencia del impacto de pasar horas frente a una pantalla se acumula. Entre los niños la cosa es de terror. Exceso de TV o videojuegos reduce la socialización, mientras un descontrolado acceso a redes sociales se asocia a graves problemas de concentración (entre muchas otras cosas). Esto explica la tendencia mundial a buscar en la innovación en jardines y colegios un freno a esas prácticas. Esta semana Australia fue más allá, prohibiendo el acceso a redes sociales a menores de 16 años.
A nivel local, el descuido frente a una crisis educacional es de tal magnitud que estos temas críticos ni se tratan. Y es que nuestro Estado ha sido incapaz de resolver apuros más básicos. Le doy dos ejemplos, ambos en los primeros años de formación que, sabemos, son claves.
Entre 2017 y 2022, el número de padres que no envían a un menor (0-6 años) al jardín o escuela bajo el argumento de que "no es necesario que asista a esa edad" aumentó 73%. Tal creciente desencanto tendrá secuelas de largo plazo. Y de acuerdo con cifras de Acción Educar, el porcentaje de alumnos con inasistencia grave al inicio del año escolar 2024 (pérdida de más de 15% de días de clase en abril) en parvularia y básica aumentó más de 50% respecto del 2019. Otro gigantesco retraso.
Ahora, para ser justo, dichas cifras de inasistencia son mejores que las del 2022 y 2023, cuando más del 40% de los párvulos perdía clases a granel. ¿Gran avance? No. Frente al impacto de la pandemia, que aún estemos lejos de la asistencia del 2019 solo confirma que el esfuerzo público no ha sido el necesario para socorrer a los miles de niños afectados.
¿Qué aleja a las familias del jardín o escuela? Quizás los problemas de financiamiento en los primeros niveles de educación golpearon la calidad justo cuando el apoyo del Estado se necesitaba más. Esto explicaría la desconfianza de los padres. Sería además otra consecuencia del error político de destinar miles de millones de dólares a educación superior desatendiendo un principio básico: es mucho mejor invertir más en los primeros años de formación, pues el retorno social es mayor. Y la tecnología tiene el potencial de amplificar el embrollo. Cual chupete moderno, la adicción a la pantalla de un niño reduce su demanda por tiempo y atención parental. Los padres, sin prever daño, ven en una tablet o celular una alternativa de formación a las horas de colegio o jardín. Entonces, ¿para qué enviarlos a clase hoy?
Termina un nuevo año escolar en Chile sin respuesta a su grave crisis educacional. Cuesta entender el paso lento, casi distraído, de las autoridades en este tema. ¿A qué se deberá tal desatención? ¿Tendrá el vértigo de pantallas y redes sociales, también adictivas y tóxicas para el cerebro adulto, algo que ver? Quizás los responsables debiesen darle una vuelta a la experiencia australiana, no para aumentar la concentración ajena, sino que la personal.
Fuente: El Mercurio - Cuerpo A, Página 3
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EducaciónIng. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.
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