26 de mayo del 2014
La avenida Western separa los distritos escolares de Montgomery (estado de Maryland) y de Washington DC. En ambos la educación pública es gratuita y no está sujeta a selección. Basta acreditar residencia, por ejemplo con una cuenta de luz, para poder matricular al menor en el colegio del barrio. Las familias también pueden optar por colegios fuera del vecindario (en DC esto implica entrar en una lotería). Además, con los establecimientos públicos conviven privados y los famosos charter schools (gratuitos, administrados por privados, sin selección).
Si bien el modelo no es el finlandés, tan añorado como ajeno a nuestra realidad, el descrito contiene ingredientes (gratuidad, no selección en establecimientos que reciben fondos del Estado y loterías) atractivos para quienes demandan el fin de la "mercadización de la educación". Para ellos, la ausencia de precios y un sistema que priorice las preferencias de las familias son condiciones suficientes para poner fin al mercado de la educación. El problema es que uno puede arrancar del mercado, pero no esconderse de él.
¿Cómo así? Sigo con el ejemplo. Un elemento diferenciador de los establecimientos educacionales gratuitos de un lado y otro de Western son sus resultados educacionales. Los del distrito de Montgomery tienen en general resultados significativamente mejores que los de DC. Por lo tanto, si existiese un sistema de precios, uno esperaría que los colegios en el primer distrito fuesen más caros que en el segundo. Esto equilibraría el mercado. Pero sin precios de colegios, ¿qué genera los ajustes? Fácil: otros precios.
Las diferencias en el valor de las casas de similares características a un lado y otro de Western son significativas y, "sorprendentemente", estas son del orden del costo de 12 años de educación privada en DC. Este hecho ha sido reconocido por la literatura, que ha documentado la asociación positiva entre la calidad de los colegios y el precio de las casas en sus alrededores. Más de algún paladín de la igualdad propondrá entonces regular el precio de las casas. La respuesta de DC ha sido más inteligente: ofrecer vouchers a los niños de menores ingresos para que asistan al colegio que sus padres elijan.
Quienes piensan que con los cambios propuestos se termina con la lógica de mercado se equivocan. Sus fuerzas interconectan bienes y servicios, utilizando los incentivos e instintos de los agentes como canales de transmisión. De allí la importancia de avanzar en la discusión de calidad de la educación pública lo antes posible. Solo esto permitirá contrarrestar la natural disposición a pagar de las familias por bienes y servicios que consideren puedan mejorar la educación de sus hijos. Si no son las casas, serán las clases particulares, actividades extraprogramáticas u otro. Usted lo verá (pagará).
Publicado en El Mercurio, 25 de mayo 2014
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ColumnapublicColaboración con Instituciones Internacionales
Universidad de MarylandIng. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.
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