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El Juego a la hora del té

21 de julio del 2014


Suponga que tiene invitado a tomar el té a un conocido con el que se dejó de hablar hace rato. Siguiendo las buenas costumbres, Ud. realizará todos los esfuerzos para hacerlo sentir lo más cómodo posible. Por esto, y anticipando que la conversación puede ser incómoda, se le ocurre acompañar el té con un juego de mesa. La idea es alivianar el ambiente. La estructura del juego es sencilla: participan dos jugadores, cada uno de los cuales debe tratar de maximizar su "bienestar" teniendo en consideración la acción del otro. Para esto, su invitado y Ud. deberán decidir si llegar o no a acuerdo ante una determinada propuesta. Juego fácil y bonito.

Suena el timbre y entra su invitado. Como anticipaba, la cosa parte fría y decide sacar el juego. Ambos lo han jugado antes, por lo que saben que bajo determinadas configuraciones puede ser óptimo no cooperar, es decir, que ninguno opte por llegar a acuerdo, aun cuando el equilibrio cooperativo puede ser más beneficioso para ambos (esto se conoce, en teoría económica, como el dilema del prisionero). También saben que otro factor en su decisión es si el juego se repetirá en el futuro, pero esto dependerá de que ambos respeten las buenas costumbres no solo durante, sino que también después del tecito.

Así ambos comienzan el juego dubitativos, pero al salir de la cocina con algunas galletas y luego de reflexionar sobre las implicancias de que su contrincante hubiese aceptado la invitación (el jugar de visita importa), Ud. se convence de que este jugará "acuerdo". ¿Qué decide entonces Ud.? Mientras "acuerdo" significaría un mejor resultado para ambos, "no acuerdo" lo deja bien a Ud., pero mal a él. Si bien esta última posibilidad es atractiva, anticipa que tendrá que esperar antes de poder capitalizar las ganancias. Tampoco la alternativa lo convence del todo, pues lo obliga a renunciar a algunos de sus principios, pero sí le permite beneficiarse inmediatamente, incluso terminar con un buen apretón de manos. Al final sus deseos de gratificación instantánea dominan y opta por "acuerdo".

Queda entonces entender qué motivó el cambio en su invitado. Su decisión no puede haber sido política, pues lo óptimo hubiese sido rechazar la invitación. Al tocar el timbre, él demostró una preocupación por algo más fundamental que su "bienestar". Quizás se dio cuenta de sus errores. Eso hay que respetarlo y valorarlo; mejor tarde que nunca.

Lo que vino después es otra historia. Si bien el resultado final aparece óptimo -más allá de que algunos dirán que el mal menor se impuso-, lo cierto es que preocupa que los errores en la forma opaquen el fondo. ¿Volverán a jugar juntos? Ojalá, aunque sea sin tomar té.

http://www.elmercurio.com/blogs/2014/07/20/23666/El-juego-a-la-hora-del-te.aspx

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editMedio de publicación

Prensa Escrita

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Columna

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

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