19 de octubre del 2025
Corazón partío
Como en el amor, en economía duele perder algo que se añoró por mucho tiempo. Y es que, si bien los economistas confiamos en la racionalidad y diseñamos estrategias que nos llevan a esa "utilidad" de lo socialmente óptimo, a veces la complejidad de las circunstancias desconsuela. Vamos al grano: el deterioro de la credibilidad de nuestra institucionalidad fiscal está dejando, como diría Alejandro Sanz, mucho corazón fiscal partío.
Para explicar la desazón utilizaré algunos datos del último informe del Consejo Fiscal Autónomo (CFA). Partamos, eso sí, por el contexto.
Desde el 2001, la política fiscal chilena ha sido guiada por la regla de balance estructural. En simple, esta implica que los niveles de gasto en el presupuesto de la nación se basan en predicciones de ingresos ajustados para que todo sea sustentable en el mediano plazo. Así, los gobiernos se autoimponen metas "estructurales" para un horizonte de tiempo. Esto, además, hace contracíclico el gasto: en tiempos de vacas gordas, se ahorra; en tiempos de vacas flacas, se gasta. A los economistas esa lógica nos encanta, pues evita fluctuaciones bruscas en los recursos disponibles para el fisco.
Ahora saque el pañuelo. Como describe el CFA en su informe, el presupuesto del año en curso fue elaborado el 2024 sobre la base de una meta de déficit estructural de 1,1% del PIB para el 2025. Pero ya en abril pasado, Hacienda reconoció errores en las predicciones, elevando el déficit a 1,6%. Un hito doloroso que fue acompañado de medidas correctivas.
Pero la cosa no terminó allí. En su Informe de Finanzas Públicas del segundo trimestre, la Dipres elevó nuevamente el déficit estructural para el 2025 a 1,8% del PIB, mientras que en el del tercer trimestre lo llevó a 2,2%. Así, la cifra se dobló en menos de un año.
Y hay más. El CFA ahora muestra que para cumplir la proyección oficial de ingresos —clave para evitar más descalce—, entre septiembre y diciembre la recaudación deberá crecer un 7,2% real anual. ¿Factible? El crecimiento acumulado a agosto fue solo 6,5%. Una yapa: las medidas correctivas no se estarían cumpliendo.
Por lo tanto, no debería sorprendernos si el déficit estructural a diciembre llega al 2,5% del PIB, profundizando el incumplimiento de una meta que ya había sido parchada. Es decir, la meta no es meta, coquetea, se evapora, todo está mal, la paso fatal, es una cifra de humo (grande Emmanuel).
La humareda explica la dura discusión que se está dando en el Congreso respecto del presupuesto del 2026. Pero, sabe, el tema es más profundo. Por un lado, no es posible seguir acumulando descalces estructurales. Por otro, hace tiempo que en Chile hay solo dos ciclos: uno de bajo crecimiento y uno de más bajo crecimiento. Así, parece inevitable agregar algo de prociclicidad al gasto: se crece poco, se gasta poco.
¿Quiere decir esto, entonces, que la lógica de la querida regla de balance estructural está comprometida? No del todo, aunque se añora y extraña tanto su cumplimiento que la angustia se confunde con la de un quiebre amoroso.
Fuente: El Mercurio - Cuerpo A, Página 3.
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Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.
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