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El arte de desconfiar

15 de septiembre del 2019


El arribo del huracán Dorian a los Estados Unidos tuvo consecuencias inesperadas. A través de las redes sociales el presidente Trump anunció tempranamente que el estado de Alabama podría ser afectado por la mega tormenta. Insistió luego en su pronóstico frente a las cámaras. Esta vez, un mapa en donde con un lápiz se proyectaba el impacto de Dorian más allá de lo reportado por la agencia estatal encargada del tema (NOAA) acompañó sus palabras. Los técnicos salieron a corregir al presidente, pero la presión política llevó al NOAA a no desacreditarlo. ¿Qué habilidad hay que formar en el Siglo XXI? La pregunta genera gran debate. En tiempos de conectividad masiva, información ilimitada, redes sociales y fake news, el pensamiento crítico, creo, está muy arriba en la lista. En líneas generales, este define nuestra capacidad para establecer la veracidad de un determinado tema en función del análisis de la información que lo rodea. Es lo que John Dewey consideró el tipo de pensamiento (reflexivo) que nos acerca a la realidad.  ¿Cómo “producirlo”? Los esfuerzos en educación son de larga data, pero uno siempre se encuentra con sorpresas. Investigadores de las universidades de Stanford y British Columbia llevaron a cabo un experimento que ofrece pistas. La tarea era simple: alumnos universitarios de primer año de física debían calcular reloj en mano cuánto tiempo tomaba a un péndulo recorrer un determinado ángulo y comparar el resultado con las predicciones de la ecuación que describe el fenómeno. La gracia es que errores y aproximaciones hacen que práctica y teoría difieran. Entonces, un primer grupo de jóvenes siguió el enfoque educativo tradicional: solo comparó y documentó discrepancias. Un segundo grupo, por su parte, tuvo autonomía para modificar el experimento, generar más datos y dudar del pronóstico inicial. ¿Resultado? Estos últimos fueron cuatro veces más capaces de identificar y explicar las limitaciones de las predicciones en función de las cifras. Más interesante aún, un año después los mismos estudiantes mostraron más capacidad de generar, analizar y explotar información al momento de definir la veracidad de hipótesis en otros cursos de física. El caso puede parecer particular, pero refleja los esfuerzo globales por promover el pensamiento crítico. Desde la educación básica hasta la superior, la tendencia mundial es acercar a las nuevas generaciones lo más temprano posible a la experimentación científica, a aprender de los errores y al debate informado a partir de evidencia. Todo para dotar de herramientas empíricas mínimas para el análisis reflexivo de ideas. Es en el fondo enseñar a desconfiar. Toda población se beneficia (y por supuesto también la democracia), con excepción, por supuesto, de los charlatanes que lucran con la escases de tal capacidad.  La tormenta nunca golpeó a Alabama. El pronóstico presidencial fue equivocado. Pero hay que preparar a la población para el arribo de tormentas (y nombres) incluso más peligrosas que Dorian. Siempre ha sido importante, pero ahora lo será más: En el Siglo XXI, una buena dosis de pensamiento crítico es esencial para no dejarse embaucar.
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Prensa Escrita

faceTipo de contenido

Columna

styleCategorías

Educación

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

publicInstituciones Internacionales

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