Educación: Desafíos post pandemia

El sistema educativo no es ajeno a los negativos efectos de la pandemia. A nivel mundial se estima que 1.600 millones de niños y jóvenes –80% de la población en edad de estudiar– se han visto imposibilitados de acudir a sus centros de estudio a raíz del virus. En Chile, desde mediados de marzo aproximadamente 3,3 millones de estudiantes reciben educación virtual a causa del brote.

A partir del cierre de los establecimientos de enseñanza, desde el Ministerio de Educación se han desplegado varias medidas para apoyar el proceso de enseñanza-aprendizaje, poniendo énfasis en los grupos más vulnerables. Entre las políticas adoptadas destacan la habilitación de la plataforma web "Aprendiendo en Línea", la distribución de memorias portátiles para la instalación de programas de lectura en zonas remotas –complementada con la entrega de material educativo impreso– y la novedosa implementación del canal televisivo de señal abierta TV Educa Chile.

Sin embargo, es posible que los esfuerzos por garantizar la educación sean insuficientes. Desde antes de la pandemia el país experimentaba una crisis de aprendizaje. Según el Banco Mundial, el 37% de los estudiantes es incapaz de leer adecuadamente a los diez años, el 30% de aquellos que terminan la educación básica no alcanzan el mínimo nivel de competencias y el 9% de los niños en edad escolar no están inscritos en una institución educativa. Asimismo, los resultados de PISA 2018, además de ubicar al sistema educativo chileno por debajo de los demás miembros de la OECD, mostraron una brecha entre los estudiantes del primer y último decil de ingresos de 22% en matemática y de 23% en lenguaje. Dado que uno de cada cuatro estudiantes vulnerables no tiene acceso a internet, la educación virtual podría acentuar las brechas existentes.

Planificar las medidas adecuadas para restaurar la educación una vez controlada la peste es un imperativo. En primer lugar hay que definir bajo qué condiciones la reapertura de los centros educativos será seguro para estudiantes y profesores, readecuando las aulas físicamente y estableciendo múltiples turnos y horarios. En segundo lugar, la política educativa post pandemia debe identificar a los grupos de alto riesgo y poner más énfasis en ellos, estableciendo programas de recuperación educativa y sistemas de alerta temprana para monitorear a los estudiantes con mayor probabilidad de deserción.

Es claro que la pandemia repercute negativa y regresivamente en el proceso de aprendizaje. En el contexto actual la formación virtual constituye una alternativa, pero no es ninguna panacea y presenta importantes desafíos que deberán ser atendidos en el muy corto plazo. Si bien aún se desconoce la magnitud del efecto del virus en el aprendizaje, es claro que la actuación temprana, eficiente y focalizada de quienes están al frente del sistema educativo podría evitar un mayor desplome en la calidad de nuestra enseñanza.