Ecuador a la deriva

Rafael Correa se dirige una vez a la semana a la nación Ecuatoriana, ocasión que llama “enlace ciudadano”, donde se le ha visto hacer cosas sorprendentes como romper en directo diarios que lo critican, acusar con nombre y apellido a jóvenes que lo reprochan en Twitter, incluso traer payasos para hacer más didáctico su discurso. John Oliver, comediante británico que hizo un hilarante programa sobre estas conductas se preguntaba ¿es así como un presidente se debe dirigir a su nación? (ver video en YouTube si quiere partir el lunes con una sonrisa). Puede que estas razones suenen triviales como para calificar de dudoso el desempeño de Rafael Correa como presidente de Ecuador; veamos entonces algunos datos macroeconómicos. Según el FMI el crecimiento del país en 2016 fue de -2,2%, en 2017 será de -2,7% y la recesión durará hasta el año 2021. Este crecimiento deplorable es el resultado de un gobierno que partió en 2007 y que no supo ahorrar en momentos de vacas gordas –cuando el precio del petróleo estaba alto- y ahora que las vacas adelgazaron sufre las consecuencias. Lo más dramático es que un país dolarizado como Ecuador no tiene el auxilio de la política monetaria y como la deuda ya se duplicó desde un 20% a un 40% del PIB en los últimos cinco años no es mucho más lo que la política fiscal puede hacer tampoco. La verdad es que el panorama de la Grecia de Sudamérica se ve bastante negro. En tiempos de elecciones, ¿qué debiese hacer Ecuador para retomar el crecimiento? En estas pocas palabras sería aventurado pensar en hacer una buena sugerencia de todo aquello que debiese hacer Ecuador, pero podrían partir por elegir un Presidente que no haga comentarios ni apruebe políticas que ahuyenten la inversión extranjera como lo hizo Rafael Correa cuando señaló en un diario español que Ecuador ofrecía reglas claras a las empresas pero que se reservaba el derecho a expropiarlas si lo consideraba necesario. En resumen, si Ecuador busca resultados distintos, quizás no debería seguir eligiendo a los mismos. Columna publicada en el diario Pulso.