Aún persisten brechas de género en el mercado laboral. Algunas se
manifiestan en menores posibilidades de inserción de la mujer. En 2017, la
tasa de participación femenina de 15 a 64 años en Chile fue de 57%, cifra
bastante menor al 77% de los hombres y al 64% promedio de la OCDE.
Además, la tasa de desempleo femenina es permanentemente superior a
la de los hombres, independiente de la etapa del ciclo económico. Las
últimas cifras muestran que la tasa de desocupación de las mujeres fue de
7,5%, mientras que la de los hombres se ubicó en 6%. Otra de las brechas
es la salarial. Perticará y Bueno (2009) muestran que, controlando por
experiencia laboral efectiva y educación, las mujeres ganan entre un 11%
y un 18% menos. Fuentes et al (2005) encuentra que las mujeres perciben
27% menos de salario que los hombres teniendo iguales características
en términos de capital humano.
Los factores culturales juegan un rol crucial en la generación de brechas
de género en el mercado laboral. Un canal a través del cual esto ocurre es
por los prejuicios y elementos discriminatorios, que llevan a que distintas
aristas de la vida de las personas queden predeterminadas según su género.
De acuerdo a Contreras y Plaza (2010), las mujeres que han
internalizado una cultura machista participan menos en el mercado
laboral, relación que es estadísticamente significativa.
Un segundo canal es a través de la legislación, que replica la lógica
cultural de ausencia de corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. Esto
se manifiesta en leyes que generan derechos en forma exclusiva o muy
diferenciada para que las mujeres ejerzan el rol de los cuidados en
comparación con el hombre.
Los cambios culturales se han ido produciendo, pero toman tiempo. Así,
es importante avanzar en una agenda legislativa que promueva la
corresponsabilidad. Si bien perfectible, el proyecto de ley de sala cuna en
tramitación permite hacer progresos en esta materia. Una tarea pendiente
es corregir el posnatal, para que incentive la participación del padre, como
se hace en diversos países de la OCDE.
Este es un problema de la sociedad y no sólo de las mujeres. Es
responsabilidad de todos generar los cambios que permitan que las
futuras generaciones disfruten de una sociedad libre de inequidades de
género, sin tener que cargar con consecuencias negativas para su vida en
función del sexo con el que nacieron.
Columna publicada por La Segunda