Empieza febrero, muchos dioses están de vacaciones.
Durante el año pasado fuimos espectadores de diversas declaraciones sobre qué políticas públicas debiésemos adoptar. En la tranquilidad de febrero, siento que acabamos de dejar un año atiborrado de gente que decía saber exactamente cómo solucionar todos los problemas del país, que no necesitaba escuchar más argumentos ni le eran necesarias mayores evidencias.
El otro día veía una charla del columnista del Financial Times Tim Harford y en ella mencionaba un concepto interesante, “el complejo de dios”. Los síntomas de este complejo son simples: no importa cuán complicado sea el problema, la persona tiene la certeza abrumadora de que su solución es infaliblemente correcta.
En retrospectiva, el 2015 vi, escuché y leí a muchos dioses. Basta profundizar un poco en un tema como el educacional para darse cuenta lo complicado que es. Sin embargo, algunos de estos dioses mediante construcciones lógicas proclaman ya haber ideado el sistema educacional perfecto. Es más, tan convencidos están de ello que desarmar un colegio que entrega educación de calidad como el Instituto Nacional no es problema, porque saben cómo reinventar todo el sistema para que quede “tiki-taka”.
El Chile que hemos creado es impresionantemente complejo. Los que creen saber exactamente cuáles son las mejores reformas para transformar Chile, no lo saben. Pueden tener buenas ideas, algunas intuiciones, haber juntado algo de evidencia, pero definitivamente no tienen “la” solución. Dicho esto, no hay que caer en la desesperanza, hay que tomar las buenas ideas de reforma, avaladas por buena evidencia e ir implementándolas de a poco y en conjunto con un plan para evaluar posteriormente si cumplen sus objetivos. Este proceso no está exento de falla, pero ojalá equivocarse con poco y durante poco tiempo, de manera de no arrastrar por años malas reformas.
Quizá la clave está en reconocer que no tenemos todas las respuestas, en ser humilde en el debate y receptivo respecto a nuevas evidencias que van a favor de nuestros objetivos pero en contra de las reformas que pensábamos plantear. El paraíso nunca va a estar en la siguiente esquina, pero si juntamos evidencia quizá nos podamos ir equivocando en la dirección correcta.