En el debate tributario actual se suele comparar la situación pre y post reforma para sacar conclusiones. Sin embargo, también es posible ir más lejos y aprender de la evolución que ha tenido el sistema tributario a través de las décadas.
La primera conclusión que deja el análisis histórico es que todos los gobiernos introducen modificaciones tributarias; sin embargo, son pocos los que se preocupan más de la estructura que de la recaudación (Cheyre, 1986).
Segundo, hay una tendencia a que se incluyan impuestos y exenciones con el objetivo de responder a la coyuntura o gravar actividades/sectores en específico, lo que deriva en estructuras tributarias complejas. Por ejemplo, a principio de los años 70 la sola recopilación de las exenciones sectoriales y territoriales del impuesto a la renta ocupaba 164 páginas; a su vez, la ley de compraventa contenía en su texto 108 exenciones (existiendo otras adicionales que estaban recopiladas en 173 cuerpos legales distintos).
Tercero, importan los incentivos que generan las tasas en su conjunto. Por ejemplo, la reforma tributaria de 1974 solucionó muchos de los problemas previos: unificó y redujo el impuesto de primera categoría y eliminó exenciones. Sin embargo, estableció un impuesto adicional a las grandes empresas que las obligó a pagar en base a todas las utilidades generadas y no a las distribuidas, lo que desincentivó la reinversión de utilidades afectando así los niveles de inversión.
Cuarto, dos enseñanzas de la última reforma: (1) No sólo importan los cambios impositivos, sino que también la incertidumbre asociada a su negociación e implementación. (2) Las expectativas importan: aunque los impuestos suban en el futuro, algunos de sus efectos se ven hoy.
Enfrentados nuevamente al debate tributario, es útil considerar las lecciones del pasado. Aprendamos de la historia. Tengamos cuidado al comparar solamente tasas, porque sistemas con muchas exenciones pueden tener mayores tasas y menor recaudación. Chile, por ejemplo, es el decimotercer país con mayor tasa de impuesto a las empresas de la OCDE, pero el primero de la lista en cuanto a recaudación por esta vía con respecto al PIB. Alguno podría sugerir entonces incluir exenciones, pero cuidado, aprendamos de la historia, esta situación indefectiblemente termina en un sistema plagado de distorsiones.
Aprendamos de la historia. Cuidemos la simpleza de nuestro sistema. Sabemos que lo urgente es financiar las promesas de campaña, pero esto es algo que todos los gobiernos hacen. Si se quiere ser excepcional, hay que asegurar tanto la recaudación como una estructura simple, justa y eficiente.
Aprendamos de la historia. No dejemos de lado los incentivos. Podemos discutir tasas particulares, pero no podemos suponer que si le bajamos los incentivos a reinvertir las tasas de inversión van a permanecer inalteradas.
Aprendamos de la historia. La reforma tiene que ser discutida de forma clara y con propuestas concretas sobre su implementación, procurando mantener al mínimo la incertidumbre. Finalmente, ojo con las expectativas, no porque el impuesto corporativo suba a 27% en tres años voy a esperar hasta entonces para evaluar los proyectos de inversión con esa tasa. Aprendamos de la historia.