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Un Chile sin filosofía

5 de septiembre del 2016


*Carolina Dell'Oro es miembro del Consejo Asesor Nacional de Clapes UC.
Quise esperar algunos días antes de escribir esta columna. Es que fue tal el impacto que me provocó la decisión del Ministerio de Educación (Mineduc) de suspender las clases de filosofía en los colegios del sistema público, que decidí darme un tiempo para decantar el asunto y reflexionar. ¿Qué puede inspirar una decisión de esta naturaleza en un país que a todas luces requiere de una reflexión profunda respecto de las preguntas fundamentales del ser humano? ¿A quién puede ocurrírsele erradicar el pensamiento crítico a una nación que por estos días ya nadie discute que no tiene idea de hacia dónde va? Porque lo que lamentablemente vemos, incluso de parte de quienes se supone están pensando en el bien común, son respuestas ligeras, improvisadas e ideologizadas, que profundizan la brecha entre los chilenos e impiden llegar a acuerdos país. Una de esas discusiones ligeras y, por lo mismo, sempiternas, tiene que ver precisamente con la educación. Donde abundan conceptos como gratuidad y lucro, y escasea un pequeño, pero imprescindible término: calidad. Este país, cuyas autoridades quieren erradicar la filosofía, se ha olvidado de que el gran protagonista de la educación es el aprendizaje, que sólo puede darse cuando el sistema pone énfasis en la calidad del proceso educativo, en el contacto vital entre el profesor y el alumno, que va descubriendo cómo enfrentarse a la vida, según los períodos neurológicos y sensitivos de cada edad. La calidad no tiene que ver en exclusiva con los contenidos de las distintas asignaturas, que evidentemente son relevantes. La calidad tiene que ver con esa mirada global y radical que da el pensamiento filosófico, con la capacidad analítica y la visión crítica, que permite diseñar criterios de acción, más allá de la opinión y la presión de las mayorías. Esa es precisamente la labor del filósofo, de ese hombre que no se conforma con lo dado, del que busca el sentido profundo de su vida y de su realidad, para alcanzar mayor plenitud. El hombre que no se conforma con verdades impuestas desde afuera y defiende lo que cree con argumentos sólidos, no ideologizados y, menos aun, politizados. Por estos días, y ante este tipo de decisiones, conviene tener en mente las palabras del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio: “El presente no es sólo lo que recibimos de nuestros padres, sino también lo que nos prestan nuestros hijos para que luego se lo devolvamos. Un presente recibido y prestado a la vez, pero un presente que es fundamentalmente nuestro; hacerse cargo de él es hacer patria”. Para hacer patria son necesarias personas que, ancladas en certezas existenciales, sean capaces de auscultar los signos de los tiempos, con una mirada radical que les impida acomodarse al statu quo. Hacer patria es ser protagonistas de la historia de nuestra nación, lo que es imposible sin la enseñanza de la filosofía, ya que el desarrollo de la patria pasa por el desarrollo de su gente; y el desarrollo de su gente pasa por el nivel de reflexión y de pensamiento crítico. Si las autoridades del Mineduc entendieran esto, comprenderían que erradicar la filosofía es un acto de injusticia no sólo con los que hoy se educan en el sistema público chileno, sino de todos quienes vendrán, de aquellos que nos han prestado su propio presente para hacerlo nuestro. Comprenderían también que una decisión de esa naturaleza impide hacer patria y significa “privar a la sociedad de una orientación clara y definida de su actuar, porque la filosofía es la ciencia cuya pregunta fundamental es la del ser y específicamente del ser humano”, tal como plantea el pensador español Carlos Llano. Pascal decía que “quien se sube sobre los hombros de otro ve más lejos que él, aunque sea más pequeño”. Pues bien, no impidamos que nuestros jóvenes se suban a los hombros de los grandes filósofos, porque correrán el gran peligro de ver sólo de cerca, en una situación vital miope que imposibilitará el esplendor de nuestra patria, anclada en la persona y centrada en el bien común. Publicado en Pulso.
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