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Pensiones: Aprovechemos la oportunidad

17 de agosto del 2016


El tema de las pensiones se tomó la agenda pública en Chile. Y hay buenas razones para ello. Hay preocupación ciudadana sobre el tema porque la gente está viviendo más, trabaja lo mismo y la rentabilidad de los fondos ha caído. Ello lleva a que las pensiones que se reciben mes a mes se reduzcan. Ciertamente, todos queremos mejorar las pensiones, especialmente las de los chilenos más vulnerables y de clase media, lo que se hace más difícil en una economía que crece apenas. La pregunta es cómo. Aprovechemos para hacer una reforma que se haga cargo del problema y sea sólida en lo técnico. Se anuncia una nueva reforma a la brevedad, sumándose así a las reformas tributaria, laboral y educacional. A diferencia de las anteriores, se aprecia aquí un cambio importante en buscar un consenso amplio y dejar de lado la lógica de la retroexcavadora que ha imperado hasta ahora. Este fue el sello de las políticas públicas que tuvimos desde la vuelta a la democracia en Chile, y que lamentablemente se perdió al asumir este gobierno. En eso estábamos cuando la Presidenta decidió plantearle al país la reforma de pensiones. Esta reforma tiene ángulos positivos, pero también otros que abren la preocupación. Lo más positivo es abordar el tema y llamar a un acuerdo nacional al respecto. Esto nos permite volver a dialogar. Ojalá que los tiempos políticos nos permitan también llegar a una mejor solución técnica porque -como dice el adagio- el diablo está en los detalles. Lo preocupante es el aumento de cinco puntos porcentuales en la tasa de cotización que iría a un fondo colectivo (aún por definirse). Este es, con todas sus letras, un impuesto al trabajo y a la formalidad. En primer lugar, cinco puntos es bastante. ¿De dónde sale este número? ¿Qué estudios lo avalan? La propia Comisión Bravo planteaba aumentos menores. Este impuesto, a su vez, lo pagarán las empresas, incluyendo cientos de miles de pymes que aún no se reponen de los efectos de la reforma tributaria (hoy ya sabemos lo fuerte que estos aumentos de impuestos pueden impactar a la economía). Nuestros cálculos indican que, en régimen, la carga tributaria sobre las empresas aumentaría en unos US$ 2.600 millones anuales, del orden de un punto del PIB, lo que equivale a un 30% más que el aumento del impuesto a la renta de la reforma tributaria de 2014 y prácticamente del mismo tamaño de la reforma tributaria implementada por el Presidente Aylwin en 1990. Son montos relevantes, que disminuirán los flujos de caja de las empresas, restando su capacidad de ahorro y afectando al mercado laboral. No solo aumentará el costo laboral de las empresas, sino también se generan incentivos a la informalidad laboral, para evitar el costo de los mayores impuestos. Entonces, habría que dar por hecho el impacto negativo sobre nuestra economía. Hay mejores formas de aumentar las pensiones. Y aquí hay varios temas que abordar. El primero es el diseño de la reforma. Parece más adecuado hablar de 3 a 4 puntos en vez de 5. Y si toda la mayor cotización va dirigida a un fondo solidario, se impactará negativamente el ahorro y la formalidad. Es mejor que el grueso de los recursos vayan a las cuentas individuales y el (o los) fondo solidario se nutra con ingresos generales de la nación. De no ser así, ¿cómo mejorarán las pensiones de la clase media? Un segundo tema es el momento de comenzar a aplicar esta mayor cotización. La reforma tributaria aún está subiendo los impuestos a las empresas, y la reforma laboral se empezará a implementar en los próximos meses. En ese escenario, lo prudente es introducir este nuevo impuesto una vez que ya se hayan terminado de implementar esas reformas. Introducir un shock adicional en el corto plazo dañará aún más a nuestra alicaída economía, que se expande apenas al 1,5%. Así, lo prudente es incrementar esta tasa recién después de abril de 2018, una vez pasada la operación renta, cuando se termina el aumento del impuesto de primera categoría. Al final del día, lo positivo es que nos hemos abierto como sociedad a discutir reformas de forma responsable, participativa e integrando a todos los sectores políticos. Es bueno que se discuta abiertamente, con respeto, y que volvamos a tener grandes consensos. Pero no nos engañemos, incluso en ese caso tendremos efectos económicos negativos adicionales a los que nos han traído otras reformas. Está en nuestras manos tratar de minimizarlos. Es un problema que podemos abordar todos juntos. Tal vez sea esta la última oportunidad que tenga este gobierno de hacer una reforma que aborde un problema relevante con solidez técnica. Columna publicada en El Mercurio.
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Pensiones
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Felipe Larraín

Doctor en Economía. Universidad de Harvard (EE.UU.). Ingeniero Comercial UC. Exministro de Hacienda. Profesor Titular Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas UC.

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