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Ni ahorro ni reparto

20 de septiembre del 2016


Los beneficios de vejez que nuestra legislación llama "pensiones" tienen un monto promedio bajo. Por eso, algunos han propuesto que el Estado aporte un regalo en la cuenta individual de cada chileno apenas nazca. Sumando intereses de 4% cada año, ese aporte se convertiría en una pensión de vejez iniciada cuando esa persona cumpla 65 años, en el 2081. Para pagar una pensión igual a la actual "Pensión Mínima", de $140.498 mensuales, a todos, se requiere que el fisco aporte desde ahora en adelante 84 UF ($2,2 millones) a todos los recién nacidos. Eso obligaría a Chile a reducir el consumo ahora y por los próximos 65 años. En efecto, habría que ahorrar $2,2 millones por cada recién nacido de ahora en adelante. Además, los contribuyentes tendríamos que continuar pagando durante los próximos 65 años los subsidios de pensión mínima en los sistemas antiguo y nuevo, y los subsidios del Pilar Solidario, que hoy suman cerca de US$ 2.500 millones al año, a la tercera edad vulnerable, pues ella no fue dotada de ese regalo al nacer. La ventaja de reducir el consumo durante los próximos 65 años sería aumentar el consumo en el futuro, a partir del año 66. Si el fisco tuviera recursos, ¿convendría hacerlo? La teoría y evidencia económicas recomiendan concentrar el ahorro en aquellas fases donde se prevé que el ingreso sea inusualmente alto en relación con los ingresos de la fase posterior, donde se consume dicho ahorro. También recomienda ahorrar más cantidad si la tasa de interés real aumenta (Fisher, Friedman, Modigliani). Por eso, la teoría económica nos pregunta: ¿Se prevé que Chile obtenga ingresos inusualmente altos en el período 2016-2081, comparado con los que obtendría desde 2082 en adelante? No conozco razones duras para creer eso. Tampoco conozco evidencia de que este ahorro adicional (0,37% del PIB, cada año) haga diferencia para la inversión nacional, o para el acceso al crédito externo, o para el futuro desarrollo del mercado de capitales doméstico desde 2016 en adelante. En resumen, la propuesta es inconveniente, incluso si no hubiera estrechez fiscal. ¿Deberíamos entonces desahorrar en los próximos 40 años, como ocurriría en una masiva desviación de cotizaciones (del empleador) hacia pensiones contributivas de reparto? Veamos. La teoría y evidencia económicas recomiendan desahorrar en las fases donde se prevé que el ingreso sea inusualmente bajo en relación con los ingresos de la fase posterior, y también atender a la tasa de interés real. En Chile, la menor fertilidad ya redujo el número de trabajadores que habrá cerca de 2050, reduciendo el ingreso futuro. Además, el estancamiento (o regresión) de la calidad de la educación chilena mantendrá estancada la productividad laboral, y la inmigración se orientó hacia personas de baja productividad laboral. Estos hechos contrarios al desahorro se ven en parte compensados por la caída en la tasa de interés real esperada en el mundo para los próximos 10 años. Ello ha ocurrido por varios motivos, entre los que destacan las políticas monetarias ultrarrelajadas de los bancos centrales grandes. Balanceando, tampoco es aconsejable embarcarse en un desahorro masivo por los próximos 40 años: estaríamos peor con una desviación de cotizaciones (de empleador) hacia pensiones de reparto. El bajo monto de las llamadas "pensiones" se debe a falencias del diseño de la política de pensiones, a los bajos salarios y a la informalidad laboral. Ellos deben ser abordados con políticas de seguridad social sustentables. Publicada en El Mercurio.
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Pensiones
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Salvador Valdés

Ing. Civil UC. Ph.D. en Economía MIT.
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