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¿Mala pata o mala mano?

2 de septiembre del 2017


El entonces ministro secretario de la Presidencia, y flamante ministro de Hacienda, en entrevista del domingo pasado declaraba que esta administración ha tenido muy mala pata, porque justo el precio del cobre aumenta hacia fines de este gobierno y los efectos se harán sentir en el próximo. Esta comentada frase genera variadas reacciones. En primer lugar, más bien debería alegrarse por el país. Segundo, revela que sus expectativas para la continuidad de la Nueva Mayoría son bajas. Pero, lo que es más complejo, comete un importante error en atribuir el desempeño de los países a la buena o mala pata. El frenazo económico de Chile se debe en lo fundamental a la mala mano en la conducción política y económica del país. El Fondo Monetario Internacional concluye que para un país como Chile, la desaceleración atribuible al fin del superciclo de los commodities es del orden de un punto anual. Y como el crecimiento efectivo ha caído de 5,3% promedio en el período 2010-13 a un paupérrimo 1,8% proyectado en 2014-17, hay del orden de 2,5 puntos anuales que son "made in Chile". Es la diferencia entre una desaceleración, que habría ocurrido de todas maneras, y un frenazo de proporciones, que no tenía por qué ocurrir. Otro modo de verlo: en 2010-2013 Chile crecía 30% más que el mundo; en 2014-17 crecemos virtualmente a la mitad del mundo. Este simple análisis indica que la "mala pata" es solo un tercio del problema. ¿Y el resto? Mala mano. En señal de autocrítica, algunos personeros de la Nueva Mayoría han salido a decir que el crecimiento no ha sido prioridad en este gobierno. Pero esto no pasa de ser un eufemismo. La realidad es mucho peor. Este gobierno, a través de sus reformas, de la incertidumbre y de la desconfianza generada ha dinamitado el crecimiento de la economía chilena. La comedia de errores y de mensajes contradictorios durante y después de la votación del Comité de Ministros por el proyecto Dominga es una prueba más de ello. La Presidenta Bachelet nos insta a hablar con datos duros, los mismos que ella no leyó en su Informe de Productividad del proyecto de pensiones. Recogemos su idea, aunque ni a ella ni a su gobierno les conviene. Las cifras duras son lapidarias. Y el problema no es solo crecimiento efectivo. Más preocupante aún (y menos dependiente de factores externos) es el crecimiento potencial -esto es, lo que Chile puede crecer en forma sostenida-, el que ha caído de 4,8% en 2013 a 2,6% en 2017. Los últimos cuatro años (2014 a 2017) también contienen la peor racha de inversión en más de medio siglo: cuatro años de caída consecutiva sin mediar crisis externa alguna. La productividad lleva tres años de caída (2014-16) y es probable que complete los cuatro años en 2017, la peor racha desde que tenemos cifras comparables. Y hemos vivido una enorme precarización del empleo: durante este gobierno la creación de empleo se ha reducido a menos de la mitad, y gran parte de ellos son por cuenta propia, sin contrato ni seguridad social, o bien empleos públicos. Al final, los países no crecen por buena o mala pata. La suerte ayuda, pero el grueso del partido se juega en casa. Y el partido de los últimos cuatro años ha estado lleno de autogoles. El problema, en definitiva, es la mala mano. Columna publicada en El Mercurio.
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Política
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Felipe Larraín

Doctor en Economía. Universidad de Harvard (EE.UU.). Ingeniero Comercial UC. Exministro de Hacienda. Profesor Titular Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas UC.

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