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De la noche a la mañana

10 de abril del 2017


Un país de Sudamérica que estaba dando de qué hablar, pero por sus noticias positivas, era Paraguay. El jefe de la misión del FMI a Paraguay, Hamid Faruqee, manifestaba en 2016 que mientras varios países de América Latina experimentaban una desaceleración o incluso una contracción económica, Paraguay lograba invertir esa tendencia y registrar una de las tasas de crecimiento más altas de la región. Lograr desacoplarse de la tendencia de los vecinos no era fácil, considerando que 31% de las exportaciones de Paraguay son a Brasil y todos sabemos la difícil situación que atraviesa el gigante latinoamericano. Más aún, la economía paraguaya sigue siendo dependiente del cultivo de soja y los precios de las materias primas no han atravesado sus mejores años. ¿A qué se debe esta resiliencia? A buenas políticas macroeconómicas y algo de suerte. Uno de los típicos problemas de los países en desarrollo es la prociclicidad del gasto fiscal, en otras palabras, los presidentes tienden a gastarse todo el dinero en tiempos de vacas gordas y luego sufren las consecuencias en tiempos de vacas flacas (basta mirar la situación en Venezuela y Ecuador). Por el contrario, el Gobierno paraguayo fue precavido e implementó una regla de responsabilidad fiscal, la cual fortaleció el marco institucional, brindó mayor transparencia a la política fiscal y ayudó a mantener la deuda pública acotada. Estos últimos años Paraguay también ha tenido algo de suerte. Las condiciones meteorológicas favorables han beneficiado la agricultura y la producción eléctrica y así contribuido a contrarrestar los efectos de la contracción en Brasil (FMI, 2016). Pero esto no es todo. Paraguay ha logrado profundizar su sistema financiero y ha adoptado una ley de libre acceso a la información pública para asegurar mayor transparencia y rendición de cuentas por parte del Gobierno. Dentro de la ambiciosa agenda de reformas también se encuentra el Plan Nacional de Desarrollo, que tiene como triple objetivo la reducción de la pobreza, la promoción del crecimiento inclusivo y la integración de Paraguay en los mercados mundiales. Si el panorama se ve tan auspicioso -incluso ante un escenario externo difícil- y todavía el país tiene tanto por crecer, ¿por qué no invertir en Paraguay? El lunes 27 de marzo un hombre con recorrido en el mundo de las finanzas respondía a esta pregunta diciendo: “El problema es que uno nunca sabe qué puede pasar en este tipo de países, no están claros los riesgos y el escenario puede empeorar rápidamente”. El viernes de esa misma semana, menos de cinco días después de aquella opinión, leíamos en las noticias que manifestantes quemaban el Congreso en protesta por una ley que permitiría la reelección del Presidente. Esto es justo lo que Paraguay no necesita. La quema del Congreso deja entrever su fragilidad institucional y la ley de reelección presidencial suena a típico populismo latinoamericano. Paraguay necesita mayor inversión, infraestructura e integración con los mercados mundiales, lo peor que puede hacer es asustar a los inversionistas y recordarles que todo lo que se ve bello y auspiciosos puede cambiar de la noche a la mañana. ¿Sigue siendo un buen destino para invertir? Si bien la quema del Congreso genera incertidumbre, el Gobierno en otros aspectos se ha mostrado responsable y con visión de largo plazo. Hay que tener cautela y no olvidar el consejo del “hombre con recorrido en el mundo de las finanzas”, pero si el Gobierno sigue mejorando la institucionalidad, no descartaría la posibilidad de tener un “milagro paraguayo” en el futuro. Columna publicada en el diario Pulso.
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Economía Internacional
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José Tomás Valente

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