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El costo de garabatear a la autoridad

5 de septiembre del 2016


Manuel cometió un grave error. Corría 1991 y en una sala del otrora glorioso Instituto Nacional, un grupo de quinceañeros "leía" con entusiasmo una revista para adultos. Y debe haber sido el tumulto lo que alertó a "Terminator", como era conocido el inspector, de la situación. Sigilosamente, con la habilidad propia de años de experiencia, el temido paradocente llegó a pasos de los estudiantes, todo para confirmar sus sospechas. "Páseme la revista, don Manuel", se escuchó de la versión institutana de Schwarzenegger. "Inspector, no me la quite... por favor", replicó el acongojado alumno. "Pásamela, Manuel. Usted sabe las reglas", insistió "Terminator". "Es que no es mía, por favor no me la quites... poh hue...". Silencio sepulcral. Cara desfigurada. No había terminado la frase cuando reparó del garrafal error. Manolo no solo perdió la revista ($1.500 de la época... por lo que me han contado). Llamado al apoderado, una semana suspendido y una vigilancia permanente del inspector aseguraron que nunca más nadie se atreviese a garabatear a una autoridad. Salvando las diferencias, el caso de Manuel me ha dado vueltas esta semana. Todo a propósito del brutal trato que recibió el rector de la Universidad Alberto Hurtado, el sacerdote jesuita Eduardo Silva, por parte de un grupo de desenfrenados estudiantes que reclamaban por la decisión de expulsar a tres alumnos y suspender por un año a otros 22, tras los daños que sufrió el recinto durante las tomas. El video es simplemente increíble: el rector es increpado duramente por jóvenes que más que estudiantes frente a una autoridad universitaria parecían miembros de una barra brava insultando al rival. Una absoluta vergüenza. Apoyo cerrado al señor rector, a quien no tengo el gusto de conocer. Lo ocurrido urge reflexión. El hecho deja en evidencia no solo lo equivocada que está nuestra discusión de educación superior, sino el tiempo que hemos perdido en todos los otros niveles. Porque no nos confundamos. El atrevimiento de un veinteañero de sacarle la madre abiertamente a "su" rector no solo es reflejo del fracaso de la institución que hoy trata de educarlo, sino del sistema completo. No solo informa de los errores en formarlo académicamente, sino de habilitarlo socialmente. No solo devela la mala calidad de los docentes, sino también el desentendimiento de sus padres. Y déjenme ir más allá: Cuando se discute brindar gratuidad universal en la educación superior, ¿estamos realmente dispuestos a subsidiar a individuos que actúan con tal barbarie, algunos incluso con el rostro cubierto? Lo vivido por el rector Silva no es una alerta de hacia donde nos dirigimos, sino un reconocimiento de donde estamos. No se puede pretender acallar la insolencia con más recursos. Eso es despilfarro. Una y otra vez se ha planteado que el retorno social de cada peso gastado en educación es mayor mientras más temprano sea la inversión. ¿Cuántas funas a rectores tendremos que esperar para reaccionar? Publicado en El Mercurio.
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Columna

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Educación

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

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