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Cuando el presidencialismo y el sistema proporcional no funcionan

22 de abril del 2020


Debemos aprovechar la discusión pendiente relativa a nuestra institucionalidad para cuestionar nuestro sistema político vigente -uno con 17 partidos representados por 150 diputados-. Si queremos una democracia que pueda resolver sin riesgos sus crisis políticas y que, antes que eso, las haga menos habituales, debemos avanzar hacia un sistema parlamentario, volver a uno presidencial bipartidista, o evaluar opciones intermedias, siempre que estas resulten funcionales.

Antes del coronavirus, Chile enfrentaba otra crisis caracterizada por un fuerte cuestionamiento institucional e inestabilidad social. Dicha crisis volverá, tal vez debilitada, una vez que la pandemia pase, ya que se explicaba en parte en la estructura de nuestro sistema político: un régimen presidencial combinado con un sistema multipartidista con representación parlamentaria, y ese sistema sobrevivirá al COVID-19.

El año 2015 pasamos de tener un sistema configurado por un régimen presidencialista, acompañado de dos grandes bloques de partidos como consecuencia del sistema binominal, a uno donde el régimen presidencialista se combinó con un sistema electoral proporcional. Recién durante las elecciones del año 2017 el nuevo sistema se aplicó. Durante la vigencia del primero, el sistema político e institucional chileno demostró ser estable y funcional; durante la del segundo, decenas de partidos políticos obtuvieron representación parlamentaria, surgieron discursos populistas y extremos, el gobierno fue incapaz de concretar sus iniciativas legales, se cuestionó la institucionalidad vigente, explotó el 18-0 y enfrentamos una potencial reforma constitucional. Paralelamente, voces que forman parte del establishment político pidieron la salida de un presidente democráticamente electo, justificando su solicitud en la incapacidad del mandatario para manejar la crisis.

Existe fuerte evidencia que indica que un régimen presidencialista combinado con un sistema parlamentario electo mediante mecanismos proporcionales -lo que genera dispersión de la representación política, dando espacio a minorías poco representativas- pone en riesgo la estabilidad democrática. En otras palabras, los regímenes presidenciales son funcionales en contextos donde la representación parlamentaria se expresa en dos grandes bloques.

Así lo indicaba en 1993 el laureado ciencista político Scott Mainwaring en “Presidentialism, multipartism and democracy. The Difficult Combination”. En lo central señala que la combinación de un sistema multipartidista con un régimen presidencialista es especialmente riesgosa para la democracia. Para justificar su afirmación define 31 países como democracias “estables” -es decir, que no han sido interrumpidas en al menos 25 años- e indica que sólo uno de ellos combinaba un sistema multipartidos con un régimen presidencial. Curiosamente ese país fue Chile entre 1933 y 1973.

El profesor Mainwaring señala tres razones por las cuales la referida combinación institucional resulta compleja. Primero, es altamente probable que el parlamento bloquee las iniciativas legales del Ejecutivo, transformándolo en un gobierno inoperante, lo que desestabiliza al sistema y consecuentemente pone en riesgo la democracia. Segundo, es más probable que se produzca polarización ideológica -representada a nivel parlamentario-, lo que evidentemente pone en riesgo a la democracia. Por último, señala que la combinación multipartidista-presidencialista vuelve más difícil formar coaliciones de partidos, lo que afecta negativamente a la estabilidad democrática. Por su parte, además de explicar el caldo de cultivo perfecto para una crisis político-institucional en las razones referidas, señala que el sistema presidencial/multipartidista no cuenta con mecanismos institucionales adecuados para resolver las crisis que crea. Mainwaring, no está solo. Giovanni Sartori argumenta en términos similares en “La Ingeniería Constitucional y sus Límites”.

¿Le parece una historia conocida? A mí sí. Las tres razones descritas por Mainwaring son un reflejo de lo que estaba ocurriendo en la relación Ejecutivo/Parlamento antes de la llegada del coronavirus. El Chile del 2018-2019 no fue el bicho raro y estable del periodo 1933-1971. Más bien nuestra situación política se asemejaba a la que enfrentó Allende con el Congreso entre 1971 y 1973, algo que Mainwaring no menciona y que fue antecedente de un quiebre institucional extremo.

No es mi intención señalar que los sistemas multipartidistas son malos, sino que no funcionan combinados con sistemas presidenciales, ya que no cuentan con mecanismos suficientes para asegurar salidas democráticas a las crisis políticas que ellos mismos propician. Tampoco quiero señalar que un sistema bipartidista combinado con presidencialismo es la panacea a la que debemos apuntar, si no, simplemente, que la evidencia indica que son funcionales.

Dicho todo lo anterior, debemos aprovechar la discusión pendiente relativa a nuestra institucionalidad para cuestionar nuestro sistema político vigente -uno con 17 partidos representados por 150 diputados-. Si queremos una democracia que pueda resolver sin riesgos sus crisis políticas y que, antes que eso, las haga menos habituales, debemos avanzar hacia un sistema parlamentario, volver a uno presidencial bipartidista, o evaluar opciones intermedias, siempre que estas resulten funcionales. Si seguimos con el que tenemos, la evidencia predice serios riesgos para nuestra estabilidad democrática.

Felipe Álvarez Coordinador Legislativo en CLAPES UC
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Felipe Álvarez

Abogado UC, Master en Políticas Públicas Universidad de Oxford.
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