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¿Pocos años y pocos pesos? No es pensión

18 de julio del 2018


Esta columna se refiere a cómo tratar al enorme número de afiliados que, al llegar al inicio de la pensión de vejez, resultan haber cotizado pocos pesos y poco tiempo. Como antecedente, recordemos que la política chilena de pensiones tiene dos tipos de beneficio. Primero, la subvención vitalicia que regala la comunidad, que se financia por medio de los impuestos que pagamos todos (la PBS y APS). Su monto es modesto y debería ser focalizada hacia personas con nivel de vida inferior al del promedio de la población. Segundo, la pensión “contributiva”, esa que cada persona construye con cotizaciones a lo largo de los años, a favor propio y de sus herederos legales (viudez y orfandad). ¿Cómo tratar a los numerosos afiliados que, al llegar a la vejez, resultan haber cotizado pocos pesos y poco tiempo, y no están en el 60% más vulnerable? La respuesta de los 60 países que suscribieron la Convención 102 de la Organización Internacional del Trabajo es la siguiente: el beneficio contributivo de quien no completa 10 años de cotización no debe llamarse “pensión”. Reservaron la expresión “pensión completa” para el beneficio contributivo de quien cotiza 30 años o más. Para quienes reúnen entre 10 y 30 años, acordaron el nombre “pensión parcial”. La sabiduría de estos nombres es comunicar con claridad que una pensión contributiva de verdad, de aquellas que aspiran a reemplazar una parte razonable del ingreso que se generó en el mercado laboral durante 45 años, durante una vejez que puede durar 10, 20 o 35 años (seguro de longevidad), requiere al menos de 30 años de cotización (360 meses). La política pública chilena usa nombres engañosos: quien llega a los 65 años habiendo cotizado pocos pesos (o pocos años) y no está en el 60% más vulnerable, retira cuotas mensuales por un monto cercano a $104 mil (monto de la PBS), hasta agotar el monto que ahorró. El drama es que la ley designa a esas cuotas como “pensión”. Eso alimenta decepciones y maleduca. Este error no se repara con la medida que en 2014 impulsó la superintendencia peruana y ahora en 2018 propone replicar la Asociación de AFP chilena: devolver todo el ahorro en un solo pago a quien no reunió 15 mil soles (en Chile, $5 millones). No cayó en la cuenta de que retirar una suma así al contado es un privilegio codiciado. La respuesta de los parlamentarios peruanos sí lo tomó en cuenta: ¿por qué restringir ese privilegio sólo a quienes cotizaron poco? Para igualar, permitieron a todos, cualquiera fuera su saldo o años cotizados, retirar 95,5% del ahorro en un solo pago, al cumplir 55/50 años. Resultado: una vez adoptada la medida, el número de nuevas pensiones vitalicias cayó 77%. Es decir, extinguieron el seguro de longevidad, componente esencial de la seguridad social. No debemos gatillar un proceso político que socave la seguridad social. El grupo “Mejores Pensiones Para Chile” propuso en 2016 abordar el problema educativo de frente: mantener la devolución de fondos en cuotas, pero cambiar su nombre oficialmente a “Devolución Programada de Cotizaciones Insuficientes”. Esto no aplica a quienes están en el 60% más vulnerable, donde la actual política pública chilena también presenta amplio espacio para mejoras, que son tema de otra columna. También es indispensable adoptar un nuevo nombre para los beneficios recibidos por quienes cotizaron entre 10 y 29 años: “Pensión Parcial”. Aunque sólo un 25% de las nuevas pensiones sea designado como “pensión completa”, este reconocimiento de la realidad iniciaría la verdadera -y muy necesaria- educación previsional de los chilenos. Columna publicada por el Diario Financiero.
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Pensiones
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Salvador Valdés

Ing. Civil UC. Ph.D. en Economía MIT.
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