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2015: A recuperar la productividad

2 de febrero del 2015


La producción puede incrementarse debido a que el país aumenta sus factores productivos -trabajo y capital- o a que aumenta la productividad. De esta manera, en el análisis económico es usual descomponer el crecimiento económico (aumento de la producción) en base a sus distintas fuentes. Este análisis resulta altamente relevante al observar el débil desempeño de nuestra economía en 2014, que a noviembre acumula un crecimiento de apenas 1,7%, y que estimamos cerrará el año en esa misma cifra. En 2013 la economía creció 4,1%, por lo que hay una diferencia de 2,4 puntos de menor crecimiento entre 2014 y 2013. ¿Qué la explica? En 2013 el capital aportó 2,7 puntos de crecimiento mientras que en 2014 solo 2 puntos, es decir, una caída de 0,7 puntos mientras el trabajo en 2013 contribuyó con 1,1 puntos de crecimiento y en 2014 lo hizo con solo 0,8. De ahí que juntos, trabajo y capital aportaron cerca de un punto de menor crecimiento respecto a 2013. ¿Dónde está el resto? En productividad: en 2013 aportó con +0,3 puntos de crecimiento, pero en 2014 quitó 1,1 puntos de crecimiento. Así, la productividad es el determinante crucial detrás del bajo desempeño de 2014. La caída de la productividad en 2014 sería la mayor en 30 años para un año sin recesión. Cuando uno piensa en esas cifras, se da cuenta que en la discusión de 2014, que estuvo marcada por el desplome de la inversión, faltó discutir y buscar formas de impulsar la productividad. La medición de productividad no está aislada de lo que ocurre con el capital y el empleo. Como dijimos, la contribución del capital al crecimiento fue menor en 2014. Pero también hay evidencia de que la utilización del stock de capital por parte de las empresas -la intensidad con que se ocupa el capital- ha disminuido, lo cual bajo este esquema se refleja en una menor productividad. Al observar los datos de uso de la capacidad instalada del Indicador Mensual de Confianza Empresarial se observa una caída promedio de 1,5% anual, lo que revela un aumento de la capacidad ociosa en 2014. Por otra parte, el consumo de energía eléctrica industrial lleva una caída acumulada de 0,7% a noviembre de 2014, otro indicador de menor utilización del capital. Otra fuente detrás de la caída en productividad es el empeoramiento de la calidad del empleo. El crecimiento del empleo en 2014 estará en torno a 1,6%. Sin embargo, dicho cálculo supone que no hay diferencias en cuanto al aporte productivo de los distintos tipos de empleo. Pero la realidad es diferente. El cambio en la composición del empleo hacia una menor calidad se está reflejando en menor productividad. De hecho, las cifras muestran que durante los tres primeros trimestres de 2014, el empleo asalariado solo ha crecido 0,8% mientras que el empleo por cuenta propia ha crecido 4,8%. Por otra parte, al realizar el análisis por jornadas, se aprecia que en el mismo período el empleo a jornada completa creció apenas 0,4% y el empleo a jornada parcial (voluntario e involuntario) ha aumentado 6,5%. Nuevamente, esto se refleja en una menor productividad, en este caso por menores horas trabajadas al tener mayor empleo a jornada parcial. Otro factor detrás de la caída en productividad es la incertidumbre y la desconfianza, que también juegan un papel clave. Los estudios señalan que la detención de proyectos de inversión y de la contratación de trabajadores ante mayor incertidumbre congela la reasignación de factores productivos, lo que afecta negativamente la productividad. Para 2015 las proyecciones apuntan a una nueva caída de la productividad, que en base a las proyecciones actuales estaría en torno a 0,4%. Esto nos lleva a una inevitable preocupación sobre el dinamismo de la economía. ¿Cómo revertir la situación? Resulta clave volver a realzar la importancia del crecimiento en el diseño de las políticas públicas. El crecimiento afecta a toda la población, sobre todo a través de más y mejores oportunidades de empleo. Esto fue constatado en 2014, cuando hubo una fuerte destrucción de empleos asalariados en el sector privado junto con un empeoramiento de la calidad del empleo y la desaceleración de los salarios reales. Para hacer buenas políticas públicas hay que reconocer que el supuesto dilema entre desigualdad y crecimiento no es tal. En efecto, el magro desempeño del último año se explica en parte importante porque se privilegiaron opciones que reducen el crecimiento para disminuir la desigualdad. Sin embargo, la realidad es que dentro de las herramientas para lograr esa meta existen alternativas que estimulan el crecimiento. Una de las herramientas que permitiría una reducción efectiva de la desigualdad, y que a la vez estimularía la eficiencia económica y, por ende, el crecimiento, es una verdadera reforma que evite la falta de competencia asociada a una inadecuada regulación. Esto último se expresa tanto en la sobrerregulación que limita la libre competencia a nuevos actores, como en falta de regulación, que no castiga a quienes abusan de sus posiciones de poder en el mercado para inhibir la libre competencia o no protege a los consumidores ante los abusos. Esta tarea es enorme, pero es esencial para que la economía de mercado funcione como corresponde. La mala distribución del ingreso en nuestro país se debe en parte a que esto no está ocurriendo. El Estado puede tener un rol activo en el combate a la desigualdad, al generar condiciones que permitan la competencia en los mercados, favoreciendo a los consumidores y evitando la concentración de riquezas por razones no asociadas a la eficiencia económica. *El autor es analista senior Clapes UC (@jpbravom) http://www.pulso.cl/noticia/opinion/2015/01/4-57449-9-2015-a-recuperar-la-productividad.shtml
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Juan Bravo

Ing. Comercial y Magíster en Economía UC.
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